martes, 19 de enero de 2010

Los mares ignotos

Publicó su libro en el año 1998, acababa de cumplir treinta y tres años y su éxito fue rotundo. La crítica lo aceptó sin complicaciones. Los lectores se dedicaron horas y horas a leer y releer su libro. Lo misterioso vino unos meses después. Apareció un artículo en el periódico Noticias, un diario argentino donde un crítico, tras largas investigaciones, concluyó que en algunos países latinoamericanos se cometían crímenes después de leer a este autor.

El libro era un poemario sin pretensiones literarias, según el autor. El título no concordaba con el contenido. Los mares ignotos, un título que podía dar reflexiones a quevedismos, gongorismos o incluso velardismos; pero jamás a su estilo vanguardista. Un título incluso retórico y no prosaico, y que al lector no le afectaba en nada. Eran unos poemas que se distanciaban con espanto a las pocas páginas. Un libro al que Palahniuk tendría envidia, decía el artículo de Noticias. Un libro que antoja a Goethe o a Werther como ángel asesino en Latinoamérica.

Se temió hablar del libro en las universidades y los institutos educativos. Nadie decía el por qué. Resultó casi prohibido. Pero los jóvenes curiosos deambulaban por librerías de libros usados, visitaban provincias donde el terror aún no se avecinaba y encontraban el vedado.

La editorial fue sentenciada en juicio por lo que tuvo que detener la producción de ejemplares. Quisieron encausar también al autor, pero éste había desaparecido sin dejar rastro. Ya muchos juicios se hicieron a escritores, como a Burroughs, a Fonseca y otros más, y todos han sido inútiles. Pero un autor que huye sabiendo que su obra no es la culpable sino los lectores, ¿por qué iba a hacerlo? ¿Acaso él coloca la pistola sobre la sien de un joven, provoca que se atiborren de pastillas y alcohol los violadores, incita a mujeres a tirarse desde un noveno piso y caer sabiendo que el mundo aún puede ser hermoso?

Y las notas de algunos suicidas evidenciaban claramente la lectura de Los mares ignotos. Incluso algunos morían junto al libro, abierto en la página donde estaba el poema que más los lanzaba al abismo.

El autor es cubano, según se sabe. A los pocos años vivió en países como México, Estados Unidos y Uruguay. Su padre era español y su madre cubana. Ambos estuvieron en contra del movimiento castrista, y cuando Castro tomó el poder, se dieron a la fuga por todos los medios posibles.

Estudió Filosofía. Su primer encuentro con la literatura ocurrió de niño. Juan Carlos Onetti, cuando fue preso por la dictadura militar, vio a este niño y le sonrió, le dijo que un hombre que lee libros es un cáncer para la sociedad. El gesto triunfal de Onetti disparó la conciencia en Javier Sánchez Sánchez, como se llama el autor.

Éste dedicó a madrugar todos los días para ejercitarse en la escritura antes de ir a trabajar. Realmente él no sabía si escribía bien, solamente lo hacía sin prisa ni nada. Se había comprometido a los veintidós años, y su hija nació cuatro años más tarde. Lo más triste de su vida fue que su hijita murió, junto a su madre, en un accidente automovilístico. Los investigadores que han intervenido en el caso de Los mares ignotos, contemplan esta parte biográfica. Creen que esa pérdida tan importante ha sido la causa de la escritura de tal libro mortal. Psicólogos investigadores que han recogido notas y cuadernos escritos por Javier Sánchez Sánchez concluyen que la muerte experimentada no es causa para la génesis de la obra, que el autor ni siquiera sufre de alguna enfermedad patológica, más bien que fue producto del ingenio, la creatividad y el talento, o “ la maldición”, como quisieron llamarle después.

Fernanda María, la editora de nuestro autor, era una mujer guapa que vivía en Manhattan. Abogada frustrada que había tenido éxito precisamente en el campo literario. Había muerto lentamente sobre su cama, lugar donde también practicó amoríos con Javier Sánchez Sánchez. El cuerpo ya tenía tres semanas de descomposición, estaba desnudo y revuelto entre las sábanas cuando lo encontraron. La vecina había llamado a la puerta varias veces y con cada golpe que daba, sentía la náusea llegar. La policía aún tardó medio día más en entrar al apartamento. Ricardo, un policía principiante, encontró en el baño algunos apuntes que hizo ella antes de morir. Parecía que Fernanda María había contemplado el cielo de Manhattan y cómo se figuran los inmensos edificios, escribió datos sobre el libro y nuestro autor, lloró levemente al ver su reflejo con el espejo del baño, tomó una ducha tibia y tragó pastillas para dormir en grandes cantidades.

Entre las notas decía que ella sufría de culpa después de saber que tanta gente moría por un libro que ella había ayudado a editar. Que había ganado suficiente dinero con ese libro y lo donaba al Manhattan Institute. He llorado como una Magdalena, decía una de las notas, he llorado por cada alma deshecha a causa mía. Era evidente que Fernanda María tragaba culpa, y se notaba en sus ojos, expresó Ricardo a su compañero, ella había muerto mucho antes de haberse suicidado.

Que la gente no lea el libro es imposible, decía otra nota, que eviten la producción, tampoco; igual existe virtualmente, y por otros medios. La única forma es no revelar el terror que causa, que no sea la noticia del día, y que Javier Sánchez Sánchez escriba y publique otro libro más, que sea más interesante aún, mucho mejor. Así, la gente leerá el siguiente libro y Los mares ignotos reposará por un tiempo.

La tarea pendiente era encontrar a Javier Sánchez Sánchez. Nadie sabía dónde estaba, y lo más importante de todo era saber si continuaba ejercitando la escritura. Porque si los países continuaban el plan de Fernanda María, el terrible problema sería que Javier Sánchez Sánchez renunciara al oficio literario.

Hicieron lo propio en la mayoría de los países: no prestaron atención a las muertes. Según las estadísticas, funcionó en cierta medida esta decisión, aunque la investigación sobre el paradero de Javier Sánchez Sánchez aún era vaga.

Un locutor mejicano, en el programa que imparte a las seis de la mañana, y donde transmite cuestiones culturales y noticias internacionales, anunció su futura muerte a causa del libro. Él sabía que en el estado donde vivía era ilegal hablar sobre Los mares ignotos. Confesó abiertamente que el libro provocaba un placer insoportable, casi hedonista, y que conllevaba a un suicidio sintomático, así como enfermedades mentales. Se escuchó cómo tragó un poco de agua y unos pasos de gigante se acercaban prontos al fondo. El libro aniquila al lector, no al artista, dijo, y un ruido estruendoso de disparo despertó la mañana. Unos hombres gritaron de horror y en cuestión de segundos la emisora canceló el programa por música y comerciales continuos, sin parar.

En Veracruz, la misma ciudad donde el locutor muere, Javier Sánchez Sánchez limpia su máquina de afeitar, sonríe frente al espejo, escucha un disparo por la radio que le deja la piel de gallina, y mira por la ventana cómo el amanecer toca su punto fijo.

14 comentarios:

Lucia Ochoa-Figueroa dijo...

Qué alegre! Ahora te voy a leer acá!

Carlos Gerardo dijo...

Felicitaciones por tu blog vos.

Anónimo dijo...

Buen relato. Bienvenido pue.

Prado dijo...

Bienvenido. Esto es un vicio. Se agradece que un buen escritor escoja esta plataforma. Es accesible y sin editor. Ja! Te leo.

Mariale dijo...

WoooowW Felicitaciones por tu blog esta recool!!!! Seguí asi ;o)

Tri'x No'j dijo...

Me habían comentado que escribías bien viejo, ahora lo compruebo. ¡Buenísimo el relato!

Habrá que recorrer cada uno de los mares ignotos... Te sigo.

Saludos,

Julio Serrano Echeverría dijo...

puta mano, muy largo su post jajaja

al fin saliste del closet, ya no vas a poder dejar amenazas anónimas

abrazo compay

Alejandro Marré dijo...

hard core hermano! hard core! buen texto!!!

Anónimo dijo...

dejeme decirle q dificil de comprender, muy interesante, quisiera leer ese libro

Carlos Meza dijo...

Gracias por la bienvenida, y me alegra que les haya gustado el texto aunque esté algo largo para estos medios... pero ahí seguiremos posteando más... Saludos!!!

Notas de la Pandemia dijo...

Interesante post. Te conocia como musico, no como escritor. Felicidades.

Wingston González dijo...

increíble. gran post, la verdad. abrazos carlos :)

Anónimo dijo...

No esta mal, pero no hay innovación, parece una copia de cuentos de ya escritores consagrados como un Cortazar, LLosa, Bolaño, etc.

Carlos Meza dijo...

Xarquis: sí vos, te vendo el disco de Sapiens, jajaja... y gracias por la visita.

Wingston: gracias mr., por la visita, abrazos para a vos también.

Anónimo: gracias por tu visita... precisamente no pretendo innovar, y sí, a esos escritores los he leído con bastante entusiasmo, quizá de ahí proviene algo.